La raíz de la sabiduría
Mirar la vida y vivirla desde dentro es una maniobra de creatividad en estado puro, es una prueba de sabiduría de la más elevada…es un acto de amor verdadero.
Acumulo los mails sin reparo. No tengo remedio. De verdad que lo intento, pero quizás no lo suficiente. No hacerlo lo suficiente, está bien: está perfecto. Mantener mi bandeja de entrada en 0 es un agrado que no tengo el placer de gozar desde la mismísima creación de mi correo electrónico.
Es cierto que se me llena a tope de muchas tonterías, los newsletter de las marcas en las que alguna vez cedí a dar mis datos. Y con tanto y que siempre estoy desuscribiéndome de todas las entradas que me atestan y me invaden sin contemplación el correo.
También es verdad que dentro de esos miles de correos que dejo pendientes por leer (y que también hay muchos que nunca llego a leer) hay sabiduría contenida. Tengo la desgracia o la fortuna de suscribirme a cuanta cosa haga clic conmigo. La dicha es poder conseguir en ese mar de correos contenido útil, inspirador, creativo. Estoy suscrita a otros newsletter que le hacen dar vueltas a la mente, que apaciguan las ansias, que van directo al corazón.
Fuera de las bandejas de entrada, la vida también es así. Saber escarbar en lo que vemos, entre las notificaciones que saltan, en el mar de información que nos rodea. Saber escoger es hallarse para vivir más cerca de uno mismo, y hacerlo mejor.
Cuando seleccionamos a qué queremos prestarle atención y a qué queremos darle nuestro tiempo, de repente, comenzamos a armar un mapa que nos va guiando en el camino.
En mi correo existe un ecosistema del que no puedo deshacerme; y no, no es la pereza, tampoco es acumulación. No quiero deshacerme de las entradas de los periódicos, ni de los descuentos insistentes para comprar en sus páginas. No quiero borrar las ofertas de trabajo, aunque no busque uno, y tampoco quiero dejar de recibir –por supuesto– el arte escrita de otras personas.
En la vida, pasa igual. No puedes solo deshacerte del móvil y fingir que llevas una vida más sana por vivir como un prehistórico escondido en una cueva. Tampoco puedes desuscribirte del trabajo sin meditarlo antes. Definitivamente no puedes eliminar el ruido del metro cuando vas en él.
Entonces, ¿qué hacemos?
Hay que hallar contenido. El error está en creer que el contenido nos va a encontrar por ósmosis y que va a toparse con nosotros por señales místicas del destino.
En el mundo de la comunicación y de la información pasan muchas cosas simultáneamente, es casi como un cerebro que maniobra como un pulpo: producir y dejar morir neuronas, hacer conexiones con ellas (sinapsis), controlar al sistema nervioso, recordar, aprender, hablar, tomar decisiones, y millones de procesos más que el cerebro ejecuta una y otra vez casi de manera automática. Y sí, incluyendo también la vocecita que tienes en tu interior y que parla contigo.
En la comunicación y la información pasa lo mismo. Un pulpo de procesos operando en automático. Hay diversas opiniones y muchas más teorías que van ayudando al resto del cuerpo a dar sentido a todo esto.
Todo lo que podemos percibir está constantemente dándonos información, desde las cosas más complejas hasta las más simples y sencillas. Hay quienes creen que todo es comunicación y hay quienes piensan que es un poco menos simplista y que no todo puede serlo: comunicación.
¿A dónde quiero llegar con esto? Lejos de ser esto una clase…
Identificar que estamos constantemente decodificando información a través de instrumentos, lenguaje, símbolos, signos, significados, significantes y más y más cosas…nos permite comprender la basta base de datos que tiene nuestro cerebro para ser fundamentalmente quienes somos.
El nudo del asunto es que la información sin decodificación es solo eso: información. Información escueta y vacía, inoperable.
El email que no abres es información no decodificada. Ir en el metro sin procesar el ruido, la música, las personas: es información no decodificada. Tener un amigo y no escuchar sus miedos, sus aspiraciones, sus problemas y suertes: es información no decodificada. Y la propaganda que te venden en los medios sin discernimiento propio: también es información no decodificada.
No decodificar información no nos permite entender lo que pasa, y por tanto, nos deja perdidos: no nos deja tener una guía coherente y sincronizada con nosotros.
Para que la información sea más que solo datos…para que valga algo debe hacer clic con tu cerebro, con tus procesos neuronales, con tu sistema de creencias, con tu fondo de juicio y comprensión, para así crear conocimiento. Y, quiero que sigas leyendo para que descubras el verdadero secreto de todo esto.
¿Esto a ti y a mí de qué nos sirve?
Hallar en nuestras vidas, en nuestras rutinas, en nuestras existencias contenido es precisamente eso: decodificar información.
Cuando te sientes profundamente mal, tan atropelladamente pésimo…O cuando te sientes impetuosamente alegre. Cuando lloras, cuando ríes. Cuando te pasan cosas y cuando está todo en silencio. Cuando el mundo exterior parece venirse abajo, o cuando todo está en una pacífica calma. Cuando estás haciéndote el café por las mañanas y el primer sorbo que sabe a vida, o cuando vas al cine con un montón de desconocidos. Para cualquier situación de la vida necesitas poder decodificar esos datos, esas emociones, esas percepciones para que cobren vida y ganen significado.
El significado se lo vas a dar tú, a tu gusto, a tu antojo, y algunas otras veces, según el historial de tu subconsciente. Y aquí viene el secreto.
El conocimiento no es poder, como te han hecho creer. Tener conocimiento es quedarse a tres cuartos de camino, es muy útil, es fundamental, es esencial…pero te estás perdiendo el cuarto de camino que te falta, pero el que más necesitas: la sabiduría.
Cuando entiendes que todo es información, cuando procesas y lo conviertes en conocimiento para amueblar tu cerebro: has ganado inteligencia. Sí, muy valiosa. Pero la sabiduría viene dada cuando pones en práctica eso que sabes, cuando sales a la vida a vivirla, cuando vas a experimentarla.
Ir en el metro con ruido, tener un trabajo que no te llena o hartarte de las redes sociales son circunstancias que no van a dejar de estar ahí: como los correos que estorban en tu bandeja de entrada que no puedes eliminar. Lo que sí puedes hacer es convertir estas circunstancias en el campo perfecto para poner en práctica lo que tú conoces y convertirlo en lo que tú ya sabes.
No tiene porqué solo ser válido en situaciones desfavorables, funciona para cualquier situación de la vida: tuya o no, individual o colectiva. Cuando estás tan feliz que lloras tu cuerpo busca hacer un equilibrio porque es lo suficientemente sabio para hacerlo. Cuando te emocionas el cuerpo es sabio para segregar adrenalina, serotonina o dopamina según sea el caso.
La cuestión es aprender a hacer esto que tu cuerpo ya sabe hacer, pero de manera voluntaria y consciente. En tu rutina puede no pasar nada “relevante” o fuera de lo “normal” a no ser que decidas por voluntad propia darle contenido a tu rutina, para hacerla menos aburrida y más plena por ejemplo.
La clave está en encontrar, en el mar de información que nos rodea, algo lo suficientemente sustancioso para hacerlo nuestro e integrarlo en nosotros… como los mails que abres de la bandeja de entrada.
¿Cómo aprendemos a nutrirnos emocionalmente? Agarramos los datos perceptibles, los analizamos y los convertimos en conocimiento según nuestra base de datos única y lo aplicamos para tener… no inteligencia emocional, sino sabiduría emocional ¡sabiduría nutricional!
Si cuando vas en el metro notas que el ruido te fastidia eso ¡ya es una pista! Que te permite conocer lo que pasa y actuar en función de eso para contrarrestarlo. Por ejemplo: escuchando tu música, leyendo un libro, viendo vídeos de risa…cualquier cosa que te permita aislar lo que no te funciona y darle volumen a lo que sí.
Encontrar la sabiduría no es tarea fácil. Es un ensayo y error constante que nos expone a la experimentación.
Hallar contenido no es tan cómodo como hacer scroll en el móvil y que solo te llegue por obra de magia. Es una búsqueda constante de intereses, de aficiones, de experimentación.
La raíz de la sabiduría es el juego. Es el juego de intentarlo, de probar, de experimentar, de vivir con consciencia... de decodificar información y ponerla en uso.
Una vida sin contenido y sin sabiduría es una vida solo de datos sueltos, como una ameba que no se diferencia en nada de tus moléculas dormidas y sin conexiones trascendentales.
Darle sentido al contenido que tenemos, y al que no, es hacer la misma magia que hacen las neuronas para que respiremos, caminemos y pensemos. De hecho, saber respirar, en sí mismo, es un acto de sabiduría que has adquirido.
Darle sentido a las cosas tiene una retribución gratificante, a nivel físico y corporal, como a nivel emocional, espiritual y cognitivo.
Saber poner en práctica el conocimiento en lo que percibimos es ser sabios para la vida. La sabiduría no se aprende en libros, ni en internet, ni con Inteligencia Artificial. Mirar la vida y vivirla desde dentro es una maniobra de creatividad en estado puro, es una prueba de sabiduría de la más elevada…es un acto de amor verdadero.
Espero que esta carta te sirva como contenido: en forma y fondo. Y que en ti nazca una semilla de sabiduría luego de aplicarla.
Con amor, siempre
Mafe